Personajes que no se van
Actualizado: 21 sept 2021
Hay personajes que se resisten a marchar. Al poner el punto y final a una historia, mis personajes suelen quedarse una temporada, vagando aturdidos por mi cabeza, como si no encontraran la puerta de salida. Han perdido color y fuerza, así que durante un tiempo su imagen me acompaña desvaída, como prendas de ropa que han sido lavadas demasiadas veces. Gastadas, pero cómodas. De esas que sabes que ya va tocando retirar, pero aún te las sigues poniendo. Son cálidas, confortables y siguen sentándote bien a pesar de su aspecto. Ya no puedes sacarlas a la calle, pero las utilizas para estar por casa.
Estos personajes han formado parte de mi vida tanto tiempo que es difícil que se vayan. O tal vez soy yo la que no les deja marchar, la que me aferro a los jirones que quedan de ellos, incapaz de despedirme de aquellos que me emocionaron con sus historias y tuvieron la generosidad de entregármelas para que pudiera contároslas. Por supuesto, tienen que marcharse, porque no son más que sombras de lo que fueron. Ya no tienen nada que decir. Los he vaciado sobre el papel hasta dejarlos secos, los he diseccionado y desmenuzado hasta hacerlos vivir entre las páginas. Desde el momento en que puse la palabra "fin" a su historia, me acompaña cierta sensación de vacío, de soledad. Se me rompe un poco el corazón. Debería estar eufórica por haber terminado una novela que me ha llevado meses o incluso años escribir, pero solo hay tristeza. Ellos han empezado a marcharse, aunque todavía vaguen fantasmales por las estancias de mi cabeza.
Hay una parte de mí que se desgarra al verlos marchar, pero hay otra que es feliz viéndolos partir, ya maduros y con la vida resuelta. No me necesitan. No los necesito. Es hora de decir adiós, de separarse de forma amistosa y sin heridas. Es momento de permitirnos seguir adelante, que se conviertan en un recuerdo y que vuelen libres para llegar a otras cabezas y a otras vidas, las de aquellos que los leen, y que yo pueda empezar a contar otras historias.
Sí, es difícil dejarles ir, incluso doloroso, más de lo que podáis imaginar. Y, sin embargo, suelen marcharse al final. No lo hacen de golpe, sino que se van evaporando hasta que me acostumbro a su ausencia, y es entonces cuando puedo abrir la puerta y dar la bienvenida a nuevos personajes, que llegan bulliciosos y atropellados, con mucho que decir, pero las ideas poco claras. Mi cabeza vuelve a llenarse de voces y caras nuevas y la alegría del nuevo encuentro borra la tristeza de las despedidas. Los que se marcharon se quedan en un rincón del corazón, donde siempre tendrán su hueco, pero me dejan la cabeza libre.
Sin embargo, últimamente hay un personaje que se niega a soltarme. He contado su historia y lo he liberado, pero no se marcha. Se pasea desafiante a mi lado, indiferente a mis deseos, algo desvaído, pero aún lleno de fuerza. No lo quiero aquí. Quiero que se vaya, que vuele libre, regalároslo para siempre. Por favor, vete, le suplico, porque convive en mi cabeza con nuevos personajes a los que estoy intentando conocer y no me deja. Es arrollador. Lo invade todo. Lo contamina todo. Vete, por favor, le pido una y otra vez, y me niego a pensar en él. No lo consigo, por supuesto. No estaría escribiendo estas líneas si hubiera ganado esta batalla.
No soy una persona violenta, pero lo empujo. La pelea sucede en mi cabeza, pero siento que puedo tocarlo, que puedo poner mis manos sobre su espalda y empujarlo hasta la puerta. No consigo que la atraviese, no consigo que salga. Vete, vete, vete, le grito furiosa. Ya he contado tu historia, no tienes nada más que decir. Pero se ríe con burla, porque sabe que no se irá hasta que le dé la gana, porque es mi personaje más terco y más indómito, al que más le cuesta seguir las normas.
Mis nuevos personajes me miran impotentes, sin protestar por el okupa de mi cabeza, a pesar de que no les hace demasiada gracia tenerlo por allí. No les gusta, pero les fascina. Lo miran desde lejos con cierta admiración. A fin de cuentas, llegó antes y sabe una o dos cosas de las que van a pasar que mis nuevos personajes ignoran. Se mueren por preguntar, lo sé. ¿Soy de esas creadoras que les dejará tomar sus propias decisiones o les marcaré el camino que deben seguir? Quieren interrogar al veterano, pero no se atreven. Dentro de poco, se darán cuenta de la verdad: que podrán hacer lo que quieran. Yo ni siquiera consigo echarles de mi cabeza cuando lo deseo.
Así que aquí estamos. Inmersos en una agotadora lucha sin cuartel. Estoy perdiendo, pero no soy de las que se rinden.
Al final, serás solo un recuerdo.
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