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Foto del escritorMarian Viladrich

Mansiones literarias: visitando Pemberley y Thornfield Hall

Actualizado: 20 oct 2020



¿No habéis soñado nunca con conocer las casas que habitan los personajes de las novelas? Perderos en el jardín azul del gran Gatsby, sentaros en el corredor de las begonias de la familia Buendía, curiosear en las habitaciones cerradas de Manderley, adentraros en el asfixiante piso de la calle Aribau, del que Andrea, la protagonista más conocida de Carmen Laforet, creyó que no se había llevado nada... ¿No os gustaría estremeceros de pavor en los oscuros pasillos de la Abadía de Northanger o visitar la querida Tara de Scarlett O'Hara? ¿Tal vez dejaros caer por el 221B de Baker Street?


Hay muchas viviendas con entidad propia en las novelas. Viviendas que no son solo escenarios de la trama, sino que forman parte de la misma, a veces hasta convertirse en un personaje más, y cuyo ambiente transmite distintas sensaciones al lector. Viviendas que reflejan el carácter de sus habitantes y no son solo el marco que habitan.


Hoy os propongo que nos colemos en dos conocidas mansiones literarias que solo existieron en la mente de sus autoras. ¿Os apetece visitarlas?



Pemberley: la elegante mansión del orgulloso Darcy


La mayoría reconoceréis el nombre de esta propiedad sin necesidad de que yo mencione su referencia, porque la mansión de Fitzwillian Darcy, el protagonista de Orgullo y prejuicio, es un espacio emblemático de la ficción literaria.


Pemberley se encuentra en las inmediaciones de Lambton, ciudad ficticia que Jane Austen situó en el condado de Derbyshire. Allí llegan Elizabeth Bennet y sus tíos, de viaje por la zona, para conocer la casa de la que tanto han oído hablar. A través de los ojos de Lizzy, vemos los hermosos terrenos de la finca a medida que los viajeros se adentran en ella. Avanzamos por un precioso bosque y ascendemos hasta una loma, desde la que vemos Pemberley por primera vez. Una impresionante vista que aturde por su belleza natural y su solidez.


"Era un edificio grande y hermoso, de piedra, bien situado sobre terreno elevado, que tenía a sus espaldas una hilera de colinas altas cubiertas de bosque, y delante un riachuelo de cierto caudal natural al que se le había dado más anchura, pero sin ninguna apariencia de artificiosidad. Sus orillas no tenían adornos formales ni falsos". Orgullo y prejuicio, Jane Austen.

Jane Austen no da puntada sin hilo y sus descripciones no están ahí simplemente para que nos imaginemos el lugar. Con su elegante simbolismo, la autora nos está hablando del propietario de esa magnífica y sólida mansión, al que Elizabeth va a conocer realmente después de esta visita. Solo entonces empezará a apreciar las muchas cualidades del orgulloso señor Darcy que, al igual que su propiedad, no tiene nada de falso. Y es entonces, a la vista de Pemberley, cuando Elizabeth, que ya había rechazado su propuesta de matrimonio, siente "que ser señora de Pemberley podía ser algo". Nada escapa a la ironía de Austen.


El interior de la mansión es igualmente impresionante: salas amplias de techos altos, con muebles hermosos y bonitas vistas desde las ventanas. Todo es de gran calidad, pero no hay lujos ostentosos ni esplendor innecesario, sino buen gusto y elegancia. El saloncito de Georgiana Darcy, más moderno que el resto de la casa, es más claro y refinado que las otras habitaciones, una muestra de lo mucho que Darcy quiere y se preocupa por su hermana. Adentrarse en Pemberley es adentrarse en Fitzwilliam Darcy, en su personalidad real, lo que nos permitirá (a Lizzy y a los lectores) verlo ya sin prejuicios.


La galería de retratos contiene buenas obras de arte que podían apreciar los entendidos. Por desgracia, Elizabeth no entiende demasiado de pintura, aunque, frente al retrato de Darcy empieza a enamorarse de él. Después tendrán lugar algunas de las escenas más tiernas de la novela que permitirán conocer mejor el lado más cálido, amable, leal y generoso del señor Darcy.



Thornfield Hall: la mansión oscura llena de secretos


De la luminosidad y belleza de Pemberley, pasamos a la oscuridad de Thornfield Hall. La propiedad recreada por Charlotte Brontë en Jane Eyre forma parte del tono gótico de la narración. Una mansión aislada, con un salón sombrío, habitaciones que nunca se utilizan y un ático misterioso, que contrasta con los hermosos jardines y el huerto de la zona exterior. Hay estudios muy interesantes sobre Thornfield y sus múltiples simbolismos. Su análisis da para varias tesis doctorales, así que aquí solo me atrevo a dar unas pocas pinceladas.


"Era una casa ilustre de tres pisos, no un palacio señorial. Tenía un aspecto pintoresco gracias a las almenas que cubrían su parte superior. En esos almenares habitaban un sinnúmero de cuervos (...) Thornfield se encontraba en mitad de una rara soledad". Jane Eyre, Charlotte Brontë

Como Pemberley, Thornfield Hall es una recreación de la personalidad de su propietario: sombría, algo siniestra y llena de secretos. Un castillo amenazador con un intrincado laberinto de tétricos pasadizos, galerías heladas, misteriosas escaleras de caracol y puertas ocultas, aunque también hay habitaciones hermosas, llenas de muebles y adornos lujosos. Estas estancias se encuentran sobre todo en la planta principal y contrastan con las habitaciones del último piso, de techos bajos, ventanas estrechas que apenas dejan entrar la luz y muebles antiguos e incómodos que nadie utiliza desde tiempos remotos. "Un depósito de reliquias", lo considera Jane en su primera visita. El desván le recuerda a una mazmorra, en contraste con la libertad del tejado, desde el que puede observar el hermoso paisaje que rodea la mansión.


Al igual que los personajes, Thornfield se va desvelando poco a poco y en cada capítulo conocemos nuevas estancias y rincones de una mansión que no para de crecer ante nuestros ojos, aunque tendremos que esperar hasta el capítulo 20 para acercarnos a las habitaciones misteriosas del tercer piso y otros cuantos capítulos más antes de desvelar su secreto.


Algunos estudios apuntan que Thornfield es también un reflejo del mundo interior de Jane y del romance entre ella y el misterioso señor Rochester. En medio de toda la oscuridad, la habitación de Jane es pequeña, pero agradable, con muebles modernos, cortinas azules de algodón y luminoso durante el día. Un punto de luz e inocencia en medio de la oscuridad, exactamente lo que Jane representa para Rochester. La biblioteca es el refugio favorito de Jane, aunque la mayoría de los libros están guardados bajo llave, y también el símbolo de la relación intelectual que mantienen ambos.


En contraste con la oscuridad de la mansión se encuentra el exuberante exterior. Los jardines y el huerto de Thornfield son el marco de las escenas más felices de la historia. Destaca el viejo castaño, un detalle característico del paisaje, y que es testigo, símbolo y siniestra premonición del romance entre Jane y Rochester (a fin de cuentas, es herido por un rayo horas después de cobijar bajo sus ramas la apasionada declaración de amor de la pareja).



¿Qué viviendas ficticias os gustaría conocer? No me importaría nada adentrarme en Manderley o en Cumbres Borrascosas, así que tal vez nos marchemos de exploración otro día.




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