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  • Foto del escritorMarian Viladrich

Lectura: "Al filo del agua", de Mía Martín

Actualizado: 2 feb 2021




"Sí, niña tonta, sí, el agua es buena, pero tu querido Uther no es la buena lluvia que cae del cielo. Ese hombre del demonio es como el océano que separa el mar de la China del mundo bárbaro que tanto te fascina. ¿Y sabes lo que le ocurre al infeliz que se adentra en sus aguas oscuras? (...) Que se ahoga peleando contra sus corrientes malignas. Tú naciste del aire; nada puedes hacer frente a los embates del mar". Al filo del agua, Mía Martín.

Hay escritoras que crecen con pasos de gigante de un libro a otro. Ha sido el caso de Mía Martín, cuya nueva novela, Al filo del agua, supone un salto mortal con respecto a su anterior trabajo. Los que leímos su primera novela, la trilogía Samsarí, nos enfrentamos entonces a un relato oscuro, desgarrado y violento, lleno de tensión, con una trama intensa y una estructura algo caótica. En su nueva novela, el estilo de la autora se adapta a un entorno y unos personajes por completo opuestos, con una prosa poética, cargada de metáforas y lirismo, que, sin embargo, no ralentiza en absoluto la acción. Por el contrario, se trata de un relato ágil, pero que se fija en los detalles, y unos personajes que fluyen con fuerza y delicadeza al mismo tiempo.


Y nada de caos. En esta novela, dividida en dos partes (la segunda entrega saldrá en enero), la estructura está trabajada con cuidado para sostener las numerosas tramas que se vertebran en torno a una historia de amor épica entre el hijo de un pastor inglés y la hija del jefe de una aldea china. Un amor prohibido en el lugar y el momento equivocados, que atenta contra todos los principios de ambos mundos, y que, sin embargo, es inevitable.


He tenido el privilegio de asistir al proceso de creación de esta novela, de ver crecer a los personajes y su historia, de asistir al exhaustivo trabajo que ha realizado su autora para sumergirse en un mundo tan lejano del nuestro, del gran respeto con el que se ha acercado a una mentalidad y a una sociedad tan distinta del mundo occidental. Ha sido fascinante ver tomar forma a esta historia y asistir al resultado final: esta primera parte de una maravillosa historia de amor, que cuenta mucho más que una historia de amor. Como digo, ha sido un privilegio poder andar con ella una parte del camino, conocer de primera mano el trabajo realizado, y por eso me emociona especialmente su publicación. Por este motivo, quería hacerle un hueco en el blog. Tal vez no es una reseña al uso, porque he estado demasiado implicada como para reseñarla, pero sí quiero hablaros de ella.


Un poco sobre Al filo del agua


La trama se vertebra en cuatro líneas temporales, lo que habla ya de por sí de la complejidad de la historia que tenemos entre manos y que, sin embargo, se lee con avidez y sin que el lector se pierda.


La primera línea temporal nos lleva a la Irlanda de 1950, donde una anciana Cao es entrevistada por un periodista norteamericano, fascinado con esta duquesa de origen chino y empeñado en descubrir la verdad de su historia. Las escenas de esta parte de la trama, aunque a priori no lo parezcan, son de una gran importancia para el lector. En primer lugar, son pequeños paréntesis que sirven para aligerar la historia, para darnos un respiro de la intensidad del pasado. Los divertidos diálogos entre entrevistador y entrevistada son una delicia, pero tienen una función mucho más importante, porque Harold Hans, el periodista, representa en realidad al lector, y en esos paréntesis nos ofrece importante información sobre la mentalidad y la vida en China, sin necesidad de interrumpir la trama, pero que resulta imprescindible para comprender ese mundo que nos es ajeno y sin el que no podríamos entender las acciones de los personajes.


Otras dos líneas temporales nos llevan al pasado. Una de ellas nos traslada al Perú de 1909, donde un matrimonio destrozado trata de sobrevivir a la distancia y la frialdad que los separa a pesar de vivir en la misma casa. La otra línea nos lleva a la China de finales del siglo XIX, un dragón dormido, atada a sus viejas costumbres y, sin embargo, sobrevolada por los aires del cambio.


La cuarta línea de la que hablaba no es exactamente una línea temporal, sino emocional. Son las cartas de Cao, pequeños textos desgarrados y poéticos, auténticas joyas líricas, que nos permiten adentrarnos en el complicado mundo interior de la protagonista.


La ambientación de la novela es algo en lo que merece la pena detenerse. Rápidas descripciones que, con tan solo unas piceladas, dibujan a la perfección los distintos entornos y paisajes que están en concordancia con las emociones de los personajes. Cada escena está cuidada al detalle y es una delicia pasar de los imponentes paisajes limeños al bullicio de un mercado chino, del salón inglés de una duquesa a las estancias femeninas de una mansión china, en las que no podían entrar los hombres.


No quiero adentrarme demasiado en el argumento de la novela. Creo que es algo que merece la pena que descubráis por vosotros, que veáis crecer esta preciosa historia de amor cocinada poco a poco, envuelta en oscuros presagios y con escasas posibilidades de salir adelante. Que conozcáis al maravilloso Uther, del que es imposible no enamorarse, y a Cao, que aúna dentro de sí todas las luchas. Junto a ellos, una galería de personajes, cada uno bien definido, con su propio peso y sus propias pequeñas historias, que nos muestran un inmenso mosaico de esa China compleja y fascinante, de un mundo que está a punto de acabar, pero que no caerá de manera pacífica.


Una novela maravillosa que os dejará con ganas de conocer la segunda parte. Por suerte, saldrá en un mes y entonces podréis conocer lo que el destino depara a Uther y Cao (parto con la ventaja de conocerla ya y os aseguro que os va a encantar).







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